martes, 9 de septiembre de 2008

El amor en los tiempos de cólera

Dicen que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Pero quizá no son las mismas personas quienes corren esa suerte. Esta novela realza el concepto de la fidelidad como el mayor bien del hombre, y diferencia los dos sentidos del amor; amor del alma, de la cintura para arriba; y amor del cuerpo de la cintura para abajo. ¿Será posible sentir ambos amores a la vez? Eso es lo que nuestro personaje descubrirá. Pero solo será capaz de sentirlo al final del libro. Empecemos.

El Dr. Juvenal Urbino muere repentinamente de la forma más ridícula que jamás se hubiese imaginado: trepado a una escalera, tratando de agarrar a su loro parlachin que se había escapado. Allí nos encontramos con una viuda, Fermina Daza, quien en su niñez había sido una mujercita impecable, responsable, de buena educación y muy hermosa. Como no podía ser de otra manera, tenía en su haber más de un pretendiente y debía tomar la decisión que condicionaría toda su vida. O al menos eso es lo que ella siempre quiso creer.
En la otra vereda tenemos a Florentino Ariza, un muchacho esbelto, tímido, introvertido y no demasiado guapo. Pero con un don envidiable: era capaz de escribir los versos y las poesías mas lindas del mundo. Todas y cada una de ellas inspiradas y dedicadas a una única mujer: Fermina. Enamorado desde el primer instante que la vio, Fermina pasó de ser un primer amor, a ser una obsesión interminable que le impedía sentirse vivo cuando estaba sin ella. Se sentía incompleto. Le faltaba algo, algo que era más que su media naranja, algo que prendía el motor de su corazón cada día y que decidía cada movimiento de su cuerpo y alma.
De chicos, Florentino logró encauzar el corazón de su amada a través de las apasionadas cartas, sin embargo, cuando se conocieron para finalmente blanquear la situación, Fermina no sintió lo mismo que sentía cada vez que leía una poesía. Solo padeció lástima y compasión, aunque también un poco de ternura, al ver a un pobre chico perdidamente enamorado de ella.
Allí terminó una historia, pero otra recién comenzaba. El padre de Fermina Daza al enterarse de esto, quiso asegurar la vida de su hija, y arregló un encuentro con un destacado Dr. que estaba trabajando en París pero que pronto vendría a vivir a la ciudad. Se conocieron y así de rápido debieron casarse. Ella no estaba segura. No estaba segura de nada, ni siquiera de quererlo. Ni siquiera de poder quererlo alguna vez en su larga vida. Pero el deber llamó y pronto se fueron de luna de miel, donde Fermina debió hacerse mujer y aprender de todo, entre tantas cosas, de olvidarse de ese hombrecito que le seguía escribiendo.
Florentino, destrozado del corazón, debió aprender a sobrevivir sin ella. Y no perdió el tiempo, sino que por el contrario, aprovechó cada instante para conocer las intimidades de toda mujer. Vivió largo tiempo con su madre, hasta que un día falleció y se encontró nuevamente solo en el mundo. Se dedicó de lleno a la compañía fluvial de su tío e insertó grandes innovaciones que lo llevaron a ser un gran hombre de negocios. Pero no era feliz. Nada feliz. Cada mujer dejó grandes huellas en su cuerpo y su alma, que lo obligaron a crecer y continuar su vida. Así pasaron 51 años, 9 meses y 4 días. Ella haciendo el papel de mujer, enfrentando engaños, criando 2 hijos y añorando épocas añejas. Él como un exitoso empresario, soltero pero refugiándose en cada cuerpo femenino que podía, en su habitación del faro de la ciudad.
Aquí es cuando nuestras historias se encuentran. El Dr. Juvenal Urbino muere y Fermina queda viuda y sola en su enorme mansión. Ya no esperaba nada de la vida. Ya le había dado y quitado lo suficiente. Pero Florentino no era del tipo que se da por vencido fácilmente. Había jurado que cuando ella no estuviese más casada, haría lo imposible por reconquistarla. Y no perdió el tiempo. El mismo día del velorio, Florentino visitó a Fermina y le expresó su voluntad. Ella lo rechazó, al igual que incontables veces anteriores. Entonces recurrió a las cartas. Esas que nunca había fallado y que no lo defraudaban al igual que las personas. El tiempo pasó y Fermina se decidió. Se decidió a vivir realmente el poco tiempo que le quedaba. Nada más y nada menos que con el amor de su vida, el amor que nunca había correspondido en cuerpo, aunque sí en alma. Mucho más de lo que Florentino creía.

Obviamente no les voy a contar el final de un libro tan clásico y precioso, pero le voy a dar 8 estrellitas. Solo porque me costó más engancharme que con otros libros de este autor. Pero lo recomiendo mucho para tratar de comprender un poco mejor las cosas alocadas del amor y sobrevivir.